lunes, 1 de noviembre de 2010

Comerç 24




El día 19 de agosto del 2010, mi hermana y yo nos dirijimos al restaurante estrella del chef Carles Abellán, Comerç 24 galardonado con una estrella michelín y considerado como uno de los mejores restaurantes de Barcelona. Con suerte conseguí ésta reserva y sabía que debía aprovecharla al máximo.


Un amigo mío estaba haciendo un stage en la cocina y le pidió a los camareros que no nos trataran de una manera tan seria, sino más casual, lo cual fue una movida arriesgada pero que totalmente valió la pena.


Se nos sirvió una copa de cava con los snacks, que consisitieron de una sopa de espárragos, un canelón de pasta filo relleno con una espuma de queso, limón y albahaca, rape crudo con sésamo negro y ajo negro, y finalmente, la "pizza 24".


Cada uno de los snacks seguia un hilo de sabor, pasando por sabores de la tierra, sabores ligeros, sabores del mar, y finalmente una mezcla de varios en la pizza, lo cual daba inicio a lo que parecía ser una comida memorable.


El primer plato que nos llegó fue el ceviche de gambita de playa, el cual consistía en un ceviche normal y corriente, exceptuando la presencia de un granizado de limón, el cual ayudaba a la peculiaridad del plato, ya que el toque frío y crujiente que añadía a las gambas cocidas en limón con unas verduritas escaldadas lo convertía en un gran ceviche, uno de los mejores que he comido.


Acto seguido llegó el maki de aguacate y bogavante, que era simplemente un rollo de aguacate relleno de bogavante, un plato extremadamente simple, pero lleno de sabor. Sólo nos tomó un par de bocados terminarlo y dejar lugar para el próximo plato, la sardina marinada en naranja sanguina y wasabi.


Aunque no tengo un recuerdo particular de éste plato, lo que les puedo decir es que el tóque ácido y picante de la naranja y el wasabi le restaban un poco del sabor tan fuerte (y casi desagradable) de la sardina.


Otro plato no tan memorable fue la "pizza sashimi", la cual era un sashimi monntado sobre una tostada redonda... nada memorable, pero no se puede esperar que en todos los restaurantes todo sea bueno.


Sin embargo, el próximo plato fue más que una revelación, el consomé con huevo, trufa y parmesano. Que consistía simplemente en un consomé de buey con unas pequeñas esferas de tres sabores, yema, trufa y parmesano, las cuales se debían tomar con cada cucharada de consomé y hacerlas reventar dentro de la boca, así logrando una mezcla de sabor inesperada y totalmente gratificante.


Había probado cosas impresionantes e inesperadas, pero nada me había preparado para el "huevo kinder" de comerç 24, el cual era una cáscara de huevo con un corte en la parte superior, relleno de una espuma blanca, que se nos dijo que deberíamos de comer desde abajo hacia arriba. Dentro del huevo con espuma había trozos de trufa y de huevo cocidos, dando pie a una variedad de sabores que no esperaba, desde espárrago, patata y queso. Sólo para enterarnos que era una simple espuma de patata.


Seguido por el bacalao con romesco y carquinyolis, que era simplemente un pescado con una salsa y unas galletas crujientes. Pescado, almendras y un toque picante, interesante, pero no estuvo a la altura de otros platos en el menú.


Después vino el plato mas "pesado" de la noche, que fue un arroz de pato con foie. Cocido como un risotto en caldo de pato, éste arroz tenía toda la consistecia cremosa que debe tener un arroz de éste tipo, ya que no era nada caldoso, y el foie, cuando se mezclaba con el arroz caliente, ayudaba a ligarlo sin dejarlo pastoso. Ojalá y nos hubieran llevado una porción máa grande...


Pasando del plato pesado, volvimos a uno ligero, que consistía en una gamba de palamós cocida a la sal, con azafrán y pimentón. Servida sin mucha parafernalia, una gamba pelada, aún con la cabeza, estaba cubierta por unas hebras de azafrán y pimentón. No había una forma en particular de comerla, lo único que se nos especificó fue que chupáramos la cabeza de la gamba una vez hubieramos acabado el plato. El propósito de ésto era extraer toda la esencia de la gamba al final del plato, así logrando un sabor a mar totalmente puro.


El último plato salado fue el pollo de bresse con langostinos, una clásica combinación de "mar y montaña" que es un plato que incorpora (como lo dice su nombre, un componente del mar y otro que habite en la tierra). Yo no soy un amante de éstas combinaciones, pero el sano juicio e mi hermana confirma que fue delicioso.


Pasando de ésto al mundo dulce, donde se nos sirvió una varieda de pequeños entretenimientos, que comenzaron con los quesos y sus contrastes, el queso que más presente tuve fue el "tilton", el cual no había probado nunca.


Pasando a los dulces, llegó el nestea natural, el cual era un chupito de té verde con un componente desconocido encima que lo hacía saber tal como Nestea, pero mejor. Junto con el nestea llegaron el "iogurt" de oveja con manzana y frambuesa, la sableé con piña y merengue, el chocolate con pan, aceite y sal, el turrón con barquillos, chocolate y café, y finalmente. la galleta oreo de sésamo negro con vainilla.


Todos en conjunto lograban una armonía de bocado dulce totalmente única, seguidos por los bombones y el café.


Acto seguido del cual, pagamos y nos fuimos, muy llenos, muy contentos y con ganas de volver, por lo menos, una vez más.