jueves, 10 de febrero de 2011

A Fuego Negro (Euskadi Pt. 1)

San Sebastián (o Donostia, en euskera), es conocida como una de las capitales gastronómicas de España, siendo la ciudad con más estrellas michelin per cápita del planeta, y el destino de mi más reciente viaje gastronómico.


Llegamos un lunes a por la mañana directamente a dormir para poder aguantar el ritmo que llevaríamos esos días. El primer lugar al que fuimos, convenientemente localizado en la misma calle en la que nos quedábamos (la cual es una de las principales para salir de "pintxos") se llama A Fuego Negro...




"Jan, Edan, Entzun, Ikusi eta Ikasi" es la filosofía que mueve a éste lugar, llevado por el chef Edorta Lamo y la diseñadora Amaia García, donde la creatividad y "background" de los dueños hacen que los pintxos sean más creativos y sofisticados que en otros establecimientos de la ciudad.




Llegamos a las 14:30 pm, esperando tener sitio en la barra, pero al estar abarrotado, pasamos al comedor, donde sólo se sirve el menú "super-degustación"


Pedimos txakoli para beber, ya que es un vino blanco con cierta acidez y ligereza que se produce en la zona y es uno de los más adecuados para ir de pintxos por su versatilidad.


Primero llegaron las "aceitunas con vermú", que eran unas aceitunas gordales rellenas de un gel fluido de vermouth que enloquecieron a mi hermana al ser un "martini de bocado no tan alcohólico". (De antemano me disculpo por las primeras fotos, pero la iluminación ayudó en nada)



Luego vino el "salmorejo txerry sobre migas ibéricas" una esfera fría que parecía estar empanada, pero al comerla, era un exterior sólido con un centro líquido (pero no como la clásica esferificación, sino un poco más técnico),el sabor era tomate puro, con un poco de hierbas aromáticas, y claro, la grasa ibérica que añadían las migas.



Después llegó a la mesa "txangurro-aguacate-regaliz", que eran tres bolitas, cada una del respectivo sabor, solo que con diferentes texturas, el txangurro era carne deshebrada de cangrejo, el aguacate era una crema, y el regaliz era un helado, pero eran sabores, texturas y temperaturas inesperadas, haciéndolo un plato divertido.



Pronto vino el único vaso del menú: el "tigretón de mejillón". Compuesto por una sopa de tomate con pimiento en la cual iban los mejillones, una capa de espuma de bechamel y encima chicharrón triturado. Francamente, me hubiera agradado muchísimo más este vaso si no hubiera tenido los mejillones, ya que para mí, enmascaraban todo sabor que había ahí, lo cual no era placentero en lo absoluto.



Para mi alivio, no habría más mejillones en el menú, de hecho, seguía la ensalada "sucia" de verduras y parrilla. Que era un bouquet de diferentes lechugas con una variedad de verduras a la parrilla y semillas de sésamo con una vinagreta cortada, lo cual le daba ese aspecto "sucio" que especifica el nombre. Fuerte de sabor, pero ligera al mismo tiempo, quitaba todo el post-gusto que había de mejillones y te dejaba un agradable sabor vegetal, preparándonos para las "kositas" de A Fuego Negro.


Lo primero en llegar fue el "rissotajo con hierbas y matices" que consistía en una tira de risotto de ajo con una variedad de microhierbas y con otra variedad de especias, para así coger una en cada bocado y tener varios sabores con la misma base de risotto. Definitivamente, un favorito.



Acto seguido, se llevó el "ros bif-mostaza-pimiento asao" que era un Rosbif a la mostaza sobre una tostada de pimiento asado. Éste, como otros platos del menú fue muy divertido, y muy creativo, predominaban más los sabores a pimiento y mostaza que a rosbif, pero no era importante, lo divertido era probar la idea.



Pronto trajeron el siguiente plato: "Bakailu-Coliflor-Currymigas" que era un trozo de bacalao confitado sobre una base de puré de coliflor, con brotes de cebolla y todo esto espolvoreado con curry. Era un plato pesado, que se sentía demasiado pastoso en la boca y no era del todo agradable.



Por último, antes de los postres llegó la "papada basatxerri-vainilla-limón". No era más que papda de cerdo braseada, con puré de patata avainillado y aire de limón. Simple y delicioso. Pesado, pero delicioso.



Como primer postre, se nos llevó una remolacha con un bizcocho y una salsa cuyos compontes desconozco, pero puedo asegurarles que, a pesar de ser algo tan simple, era algo lleno de gusto y acidez. (Perdón, pero no hay foto)


Al final llegó la "cobertura digital de chocolate especiado" que era un CD de chocolate con pimienta. Muy entretenido, pero demasiado sencillo.



Así llegó a su fin la comida en A Fuego Negro, sin embargo, nos esperarían también para la cena, donde ésta vez, optamos por comer en la barra, y llegamos directoa las "kositas".


Decidimos pedir todo lo que no habíamos comido en el menú, ya que la comida era tan divertida que queríamos verla toda.


Primero ordenamos la "oreja eskabetxada con mole". Si, leyeron bien, mole, tal y como se hace en México. Una sorpresa más que me proporcionaba A Fuego Negro, un buen mole en España, y claro, la oreja de cerdo también era buena aunque un tanto gelatinosa, sin embargo el mole fue el protagonista del plato. (Otra sin foto)


Luego, vino el "txitxarro-oveja-menta-cereza" que al igual que el rosbif, la tostada estaba hecha de cereza, sobre la cual había un tartar de txitxarro (un pescado de la zona) con pequeños trozos de queso de oveja triturado con menta. Era algo inesperado, y con un sabor tan potente a pescado que tuve que dárselo a mi hermana para que se lo terminara, ya que le gustan tanto esa clase de sabores.



Ahora, alguna vez les ha pasado que prueban algo que desconocen y dicen; "Pues, sabe a pollo"?


Pues aquí probé un pollo que no sabe a pollo; El "lumagorri-maiz-hojas-piel", la cual era la tercera "tostada" que hay en el bar. Esta vez, la tostada era la piel del pollo, la cual era muy crujiente, pero aún así, muy resistente, el pollo, servido frío con unos brotes de hierbas y lo que parecía un polvo de maíz. El pollo que definitivamente no sabía a pollo, sabía a algo más. (Ojalá y haya sido la variedad de pollo y no algo malo)



Siguió uno de los platos más divertidos de todo el viaje: Paloma, Tiro, PUM!


Un lomo de pichón con una salsa de remolacha sobre un puré de patatas especiado, con dos balines de anís que parecían perdigones, y con un cristal de patata que decía: PUM!. Sin duda alguna, ha sido uno de los platos más divertidos que jamás he comido, ya que parecía la escena de la caza del pichón. Y por supuesto, también era delicioso.



Depués, siguieron los platos divertidos, como el café de jamón & molleja cookies. Consistía en lo que parecía un espresso, sin embargo, con sabor a jamón ibérico, y con unas mollejas rebozadas que daban la imagen de galletas recién horneadas.



Luego... La Makcobe with txips... una hamburguesa con pan de ketchup y que la carne no era picada, sino una rodaja de lomo de kobe, hecha a la plancha y servida dentro del pan con una hoja de lechuga francesa. Simple, delicioso, e infinitamente divertido.



Y por último: "Regalize it!". Un postre de regaliz y chocolate. Presentado con una galleta que parece una hoja de marihuana, con sabor a regaliz, y debajo un suelo de chocolate, el cual tenía una textura crujiente mas no dura. Una forma muy buena de terminar la segunda ronda en éste restaurante.






A Fuego Negro

C/ 31 de Agosto / Abuztuaren 31-KO Kalea, 31

20003 San Sebastián, Spain

650 135 373 / www.afuegonegro.com

Can Fabes






El día: Un 10 de octubre

La ocasión: Mi cumpleaños

El lugar: El Racó de Can Fabes, restaurante estrella de Santi Santamaría en Sant Celoni


Éste lugar tiene un particular simbolismo para mí, ya que fué el primer restaurante con estrellas michelín que jamás visité, y que, a mis dieciocho años, me ayudó a darme cuenta de cómo quería ejercer mi profesión en un futuro.


Después de un viaje en tren de casi una hora, llegamos al pequeño pueblo de Sant Celoni, donde se encuentra el restaurante. Llovía, y para desgracia nuestra, no teníamos otra forma de llegar al restaurante mas que a pié.


Una vez llegamos, tomaron nuestros abrigos y nos mostraron el restaurante, incluyendo una visita a la cocina, donde tuvimos el gusto de encontrarnos con el chef Santamaría.


Esta vez nos sentaron en la parte nueva del restaurante (el cual está dividido en dos espacios, ya que se ha ido ampliando). Una sala silenciosa y bastante oscura sería nuestra anfitriona por las próximas tres horas y media.


Como aperitivo tomamos una copa de cava Cuveé Santamaría, la cual se hace bajo las especificaciones del sumiller y del chef. Al instante que se sirvió la copa, se nos llevó la carta, de la cual seleccionamos el menú degustación.


El sumiller nos aconsejó una selección de vinos para el menú, y optamos por una botella de blanco Cuveé Santamaría, de una pequeña producción de una hectárea aquí en Catalunya.


Comenzaron a llegar las tapas y pronto nos encontramos con una mesa llena de comida. Grissinis de parmesano, crujientes de flor de calabaza y lomo de bonito marinado fueron los primeros snacks en el plato. Todo ahí era suave de sabor, desde el crujiente de los grissinis y las chips con su punto de sal, hasta el lomo de bonito que con su punto de acidez le daba el acento que hacía falta en el paladar.


Aunque tomó un poco más de tiempo, llegó la segunda tapa: una terrina de foie gras con albaricoques y nieve de miel. La terrina, con el sabor a hígado totalmente intacto, y con su textura que asemejaría a la plastilina cuando es suave era maravilloso, los albaricoques con la nieve (que era más un granizado que otra cosa) proveían ese cambio de temperatura y gusto que ayuda a que el foie no sea tan pesado al paladar. Todo estaba perfectamente ejecutado, lástima que el sabor fuera tan "estándar".


Para finalizar con las tapas, se nos trajeron: Hojas con olivada, salmonetes con su royal y tostada de tuétano con pimienta de Vietnam. Éstos últimos snacks no fueron algo extraordinario, al contrario, eran tan sencillos que no aportaban mucho (pescado con espuma de calabacín y hojas de endivia con olivas picadas?) sólo la tostada de tuétano resaltó al estar TAN llena de sabor, honestamente, indescriptible.



Terminó el festival de tapas y comenzaron a llegar los primeros platos, los cuales me sorprendieron.


El plato de melón cantalupo con gambas rojas de blanes y papada curada de cerdo negro fue una revelación, todos los sabores por separado eran distintivos y sin embargo, al mezclarlos, no era una mezcla abrumadora, al contrario, maridaban perfectamente y se equilibraban de la mejor manera posible. Uno de mis favoritos.



El segundo plato fue algo tan inesperado y simple que hasta hoy me sigue sorprendiendo. El jamón de Extremadura con migas y un universo dulce y ácido de tomates y tomatillos. Aliñado con una vinagreta con miga de pan, los tomates fueron una revelación, nunca creí que se pudiera llegar a tal nivel de sabor con un sólo ingrediente y sin alterarlo, claramente, el sabor de todos estos tomates se potenciaba enormemente cuando se acompañaba con el jamón y las migas de pan que se servían por separado. Otro favorito.



Pronto llegó la crema fría de calabacines a las hierbas de jardín con crustáceos, acompañada de una tortilla de calabaza con una pequeña ensalada. Todos los sabores de la materia prima estaban intactos, sin embargo, el plato en sí no era nada extraordinario, al contrario, era un plato totalmente olvidable.


Luego vino el pescado de anzuelo de la lonja de blanes, con patison, piñones, albahaca y yogur, un trozo de pescado cocinado primero al vapor luego a la plancha con verduras y una salsa, simple, equilibrado, pero aburrido... Donde quedó la innovación ciñéndose a las raíces de la que tanto habla Santi Santamaría?



Y luego llegó finalmente la carne, la ternera blanca con salsa de navajas, hortalizas y puré de apio-rábano. Otra decepción. La carne dura, aunque deliciosa, no resaltaba en absoluto contra el resto del menú. Gracias a dios ya seguían los postres.



A pesar de ya estar tan llenos al punto de no poder más, seguimos con el mundo dulce.


Cuando se nos llevó un tazón con mató (un queso fresco catalán) con fresas y migas de pan, creímos que todos los postres serían así de ligeros y llenos de sabor.




Nos equivocamos en lo de ligeros.


Comenzaron a llegar tejas de galleta especiadas, panna cotta con sopa de frutos rojos, helado de vainilla con compota de manzana caramelizada e infusión de flor de jamaica con fresas.


Después, por mi cupleaños, nos llevaron un pastel de chocolate blanco y negro, con un sorbete que tenía un gusto a fresa, a pesar de tener color a ruibarbo. Para mí, éste fue el mejor postre por su significado, y claro, por su sabor.




Y finalmente los dulces del café.



Todos los postres estaban MUY llenos de sabor, pero hasta cierto punto también muy pesados y eran demasiado dulces.


En definitiva, si que volvería al racó de Can Fabes, pero jamás volvería a pedir un menú degustación, fue DEMASIADA comida, deliciosa, pero tanta cantidad que te era dificil disfrutarlo. Así que les digo, si alguna vez van a comer en éste sitio, opten por la carta.



Can Fabes / Santi Santamaria, Àngels Serra & Xavier Pellicer

c/ Sant Joan, 6, Sant Celoni, Barcelona.

+34 93 867 28 51 / www.canfabes.com

lunes, 1 de noviembre de 2010

Comerç 24




El día 19 de agosto del 2010, mi hermana y yo nos dirijimos al restaurante estrella del chef Carles Abellán, Comerç 24 galardonado con una estrella michelín y considerado como uno de los mejores restaurantes de Barcelona. Con suerte conseguí ésta reserva y sabía que debía aprovecharla al máximo.


Un amigo mío estaba haciendo un stage en la cocina y le pidió a los camareros que no nos trataran de una manera tan seria, sino más casual, lo cual fue una movida arriesgada pero que totalmente valió la pena.


Se nos sirvió una copa de cava con los snacks, que consisitieron de una sopa de espárragos, un canelón de pasta filo relleno con una espuma de queso, limón y albahaca, rape crudo con sésamo negro y ajo negro, y finalmente, la "pizza 24".


Cada uno de los snacks seguia un hilo de sabor, pasando por sabores de la tierra, sabores ligeros, sabores del mar, y finalmente una mezcla de varios en la pizza, lo cual daba inicio a lo que parecía ser una comida memorable.


El primer plato que nos llegó fue el ceviche de gambita de playa, el cual consistía en un ceviche normal y corriente, exceptuando la presencia de un granizado de limón, el cual ayudaba a la peculiaridad del plato, ya que el toque frío y crujiente que añadía a las gambas cocidas en limón con unas verduritas escaldadas lo convertía en un gran ceviche, uno de los mejores que he comido.


Acto seguido llegó el maki de aguacate y bogavante, que era simplemente un rollo de aguacate relleno de bogavante, un plato extremadamente simple, pero lleno de sabor. Sólo nos tomó un par de bocados terminarlo y dejar lugar para el próximo plato, la sardina marinada en naranja sanguina y wasabi.


Aunque no tengo un recuerdo particular de éste plato, lo que les puedo decir es que el tóque ácido y picante de la naranja y el wasabi le restaban un poco del sabor tan fuerte (y casi desagradable) de la sardina.


Otro plato no tan memorable fue la "pizza sashimi", la cual era un sashimi monntado sobre una tostada redonda... nada memorable, pero no se puede esperar que en todos los restaurantes todo sea bueno.


Sin embargo, el próximo plato fue más que una revelación, el consomé con huevo, trufa y parmesano. Que consistía simplemente en un consomé de buey con unas pequeñas esferas de tres sabores, yema, trufa y parmesano, las cuales se debían tomar con cada cucharada de consomé y hacerlas reventar dentro de la boca, así logrando una mezcla de sabor inesperada y totalmente gratificante.


Había probado cosas impresionantes e inesperadas, pero nada me había preparado para el "huevo kinder" de comerç 24, el cual era una cáscara de huevo con un corte en la parte superior, relleno de una espuma blanca, que se nos dijo que deberíamos de comer desde abajo hacia arriba. Dentro del huevo con espuma había trozos de trufa y de huevo cocidos, dando pie a una variedad de sabores que no esperaba, desde espárrago, patata y queso. Sólo para enterarnos que era una simple espuma de patata.


Seguido por el bacalao con romesco y carquinyolis, que era simplemente un pescado con una salsa y unas galletas crujientes. Pescado, almendras y un toque picante, interesante, pero no estuvo a la altura de otros platos en el menú.


Después vino el plato mas "pesado" de la noche, que fue un arroz de pato con foie. Cocido como un risotto en caldo de pato, éste arroz tenía toda la consistecia cremosa que debe tener un arroz de éste tipo, ya que no era nada caldoso, y el foie, cuando se mezclaba con el arroz caliente, ayudaba a ligarlo sin dejarlo pastoso. Ojalá y nos hubieran llevado una porción máa grande...


Pasando del plato pesado, volvimos a uno ligero, que consistía en una gamba de palamós cocida a la sal, con azafrán y pimentón. Servida sin mucha parafernalia, una gamba pelada, aún con la cabeza, estaba cubierta por unas hebras de azafrán y pimentón. No había una forma en particular de comerla, lo único que se nos especificó fue que chupáramos la cabeza de la gamba una vez hubieramos acabado el plato. El propósito de ésto era extraer toda la esencia de la gamba al final del plato, así logrando un sabor a mar totalmente puro.


El último plato salado fue el pollo de bresse con langostinos, una clásica combinación de "mar y montaña" que es un plato que incorpora (como lo dice su nombre, un componente del mar y otro que habite en la tierra). Yo no soy un amante de éstas combinaciones, pero el sano juicio e mi hermana confirma que fue delicioso.


Pasando de ésto al mundo dulce, donde se nos sirvió una varieda de pequeños entretenimientos, que comenzaron con los quesos y sus contrastes, el queso que más presente tuve fue el "tilton", el cual no había probado nunca.


Pasando a los dulces, llegó el nestea natural, el cual era un chupito de té verde con un componente desconocido encima que lo hacía saber tal como Nestea, pero mejor. Junto con el nestea llegaron el "iogurt" de oveja con manzana y frambuesa, la sableé con piña y merengue, el chocolate con pan, aceite y sal, el turrón con barquillos, chocolate y café, y finalmente. la galleta oreo de sésamo negro con vainilla.


Todos en conjunto lograban una armonía de bocado dulce totalmente única, seguidos por los bombones y el café.


Acto seguido del cual, pagamos y nos fuimos, muy llenos, muy contentos y con ganas de volver, por lo menos, una vez más.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Noma







Noma = Nordisk + Mad = Comida Nórdica. Un nombre simple que revela una misión simple.


Abierto en 2002 por René Redzepi y Claus Meyer, éste restaurante tiene una filosofía muy simple. Si no es nórdico, no se sirve.


Localizado en un almacén de mas de 250 años de antiguedad el vecindario de Christianshavn, se encuentra este pequeño restaurante con 12 mesas y capacidad para 40 comensales que ha sido elegido como el mejor restaurante del mundo en 2010, quitando de la cima al celebérrimo restaurante de Ferrán Adriá "elBulli", también es el único restaurante de la ciudad de Copenhague que tiene dos estrellas michelin. Las mesas se reservan con tres meses de antelación, ya que es la manera más viable de gestionarlas y poder dar gusto a la mayor cantidad de clientes posible. Afortunadamente, yo conseguí ir a comer ahí el día 3 de septiembre, cosa que me emocionó, y que planeé con gran gusto.


Llegamos al restaurante diez minutos antesde que abriera sus puertas, tiempo que aprovechamos para tomar unas fotos de Copenhague. A las doce en punto abrieron las puertas y los camareros me recibieron llamándome por mi nombre. Al pasar por la puerta, me encontré al chef Redzepi detrás de un mostrador, quien nos saludó y hasta nos presentó al equipo de cocina. Nos hicimos una foto con el y con todo el staff, y después se nos llevó a nuestra mesa.


Al sentarnos se nos ofreció un aperitivo, así que pedimos una copa de champaña para comenzar bien toda esta aventura, justo antes de que se nos comenzaran a servir los snacks.



Para nuestra sorpresa y encanto, el primer snack era el florero, en el cual había una flor de la variedad Nasturtium con un caracol dentro. Nunca en mi vida creí que habría una manera tan creativa de comenzar con una comida, ya que fue algo totalmente inesperado y si, delicioso.



El segundo snack fue el "cuero" de bayas marítimas con petalos de rosa en vinagre, con un gran toque ácido, fue una de las cosas que más abrió mi apetito en ésta comida, y en conjunto con el fuerte aroma de las rosas, quedaba una combinacion muy, muy buena.


Ahora debo de hacer una interrupción para especificar una particularidad de Noma, la cual es el hecho de que no sólo los camareros sirven la comida, sino también todos los cocineros del restaurante. Una manera de llegar a conocer al cliente y hacerlo parte de toda la experiencia, la cual se beneficia de éste hecho, ya que permite al cliente saber más acerca del plato, debido a que quien lo cocina es quien lo lleva y quien lo explica una vez en la mesa.



Para el tercer snack se nos llevó una caja redonda de aluminio, dentro de la cual había dos galletas de lardo (manteca de cerdo curada con romero) con una compota de grosella encima. Jamás había probado esta combinación, ni las grosellas saladas, pero cabe decir que funciona de maravilla.



Nuestro cuarto snack fue otra de esas combinaciones que jamás había visto, y que me dejó boquiabierto, fue el pan de centeno con piel de pollo, chícharos y queso ahumado. Resulta ser que este es uno de los snacks estrella de la casa, y que el chef ha ido mejorando a lo largo de la historia del restaurante, cabe decir que anque sólo fueron un par de mordidas, el esfuerzo tras este minúsculo plato se nota en el paladar. Cremoso, ahumado, crujiente y hermoso.



Quinto snack, una cosa tan simple y fácil de hacer que pocas personas creerían que eso se sirve en el mejor restaurante del mundo. Un puerro frito con ajo, el cual teníamos que devorar con una mordida, tan simple, crujiente y bueno que me dieron ganas de pedirle otro a los cocineros.



Para el sexto snack, no pude evitar pensar cuanto se debieron de haber divertido el chef René Redzepi y su equipo al idear éste "plato". Este nos lo llevó a la mesa el mismísimo señor Redzepi, y nos dijo que ese snack es uno de los sabores más puros del mar que el jamás ha encontrado, Dentro del frasco con hielo se encontraban dos pequeños camarones Fiordos. Vivos. Teníamos que mojarlos en una emulsión de mantequilla café y comerlos directamente. Y aunque seguían moviéndose dentro de tu boca hasta que finalmente morían, era algo de lo mas raro y delicioso que he probado. En definitiva tenían ése sabor que el Sr. Redzepi nos mencionó, y fueron muy divertidos de comer, además de ver la reacción que tiene la gente ante ellos.



Para el séptimo snack volvió a salir el Chef Redzepi y nos dejó una maceta en la mesa con unas hojas que sobresalían, tan sólo diciendo: Aquí les dejo unas zanahorias y unos rábanos. Dentro de la maceta había tierra, y no se nos dieron cubiertos, al asegurarnos que todo lo que había dentro era comestible.

Debajo de la tierra había una emulsión verde de yogur con estragón, perifollo y cebollino. Fue una mezcla casi adictiva con la malta, ceveza y avellanas que formaban la tierra.



El antepenúltimo snack fue el huevo de codorniz en ahumado y en vinagre. Presentado en una capsula de barro con forma y color de huevo de codorniz que había que abrir para revelar los huevos y el humo de paja que contenía dentro. El humo te daba un preámbulo al sabor que llegaría más adelante, ya que éste huevo no sólo era cosa de sabor, sino un juego de texturas casi mágico. La clara del huevo estaba cocida al 100% pero cuando la mordías, la yema era totalmente líquida. Definitivamente todo un logro.



Como noveno snack tuvimos una tostada ondulada con hierbas, con polvo de vinagre y crema de huevas de bacalao. Todo estaba en perfecta armonía, totalmente bien acomodado y con unos toques de flores. Con cada mordida se soltaba todo el sabor del polvo de vinagre, el cual luego era "nivelado" con el sabor de la hueva de bacalao con mantequilla y las flores que estaban recien recogidas. Encima tenía un crujiente de pato, que se hacía con un fondo de pato deshidratado y que le añadía un toque diferente a esa galleta.



Para terminar los snacks, llevaron el buñuelo de sardina con pepino. Que parecía una pelota de ping pong con una sardina atravesándola, que al momento de morderla tenía un trozo de pepino crudo y frío, lo cual me sorprendió ya que eran fritos. Buena combinación de sabores y texturas, aunque debería de haber estado un poco menos caliente en el interior.



El primer plato del nassaqq (el menú más extenso de Noma) fue la flor de calabaza rellena, un plato nuevo que se estaba incorporando por primera vez en el menú. Estaba tan emocionado que ni siquiera puse atención a lo que contenía, solo recuerdo que era una muselina muy suave de sabor (debe haber sido alguna hierba nórdica), fue una manera buena de comenzar con los platos fuertes, ya que preparaba al paladar para cosas más intensas de sabor. Lo comí con una velocidad increíble y me quedé esperando el próximo plato, al cual puse más atención.



De segundo nos llevaron las famosas vieiras secas con berro y cereales biodinámicos. Que era un "carpaccio" de vierias deshidratadas con una salsa de berro y una base de diferentes cereales verdes. El juego de texturas era muy interesante, ya que la vieira seca deberia perder su sabor, pero en éste caso no lo hizo, y además era muy crujiente, en comparacion de los cereales que eran blandos, pero ofrecían cierta resistencia a los dientes. Visualmente tambien era impactante, ya que el marrón de las vieiras deshidratadas con el verde de los cereales y la otra tonalidad casi negra del berro lo hacían parecer un mosaico muy sencillo. Un gran plato, si pero pronto fue eclipsado por su sucesor. El famoso tartar de buey.



A la mesa llegó un plato con un rectángulo perfecto de carne de buey espolvoreada con migas de pan de centeno, rábano picante rallado debajo de una capa de oxalis y aros de cebolla, el cual parecía que había dejado un rastro de enebro mientras llegaba al plato, a su lado una emulsión de estragón que hacía de sombra al buey. Se consumía sin cubertería, ya que se tenían que tomar las hojas de oxalis y el tartar, pasarlo por el enebro y finalmente por el estragón. (La foto de éste plato se hizo después de que comencé a comerlo)


El placer inicial fue visual, colorido, lleno de simplicidad y armonía. El buey, limpio y lleno de sabor, se avivaba con el oxalis y su nota ácida, mientras que el rábano y el aceite de mostaza le daban un toque picante, y el anisado que daban el estragón y el enebro se distinguían y estaban bien balanceados, mientras que el centeno añadía un toque crujiente. Un plato que consideraba a todos los sentidos, haciendo más que complacer al paladar y despertar sensaciones intelectuales y divertidas.



Sin embargo, el plato siguiente también fue uno de mis favoritos, el langostino con "söl", perejil y agua de mar. A la mesa se llevó una piedra de basalto, sobre la cual había un langostino de considerable tamaño, aleatoriamente sobre la piedra había pequeñas esferas verdes de emulsión de ostras con perejil y miga de pan encima, con ralladura de söl (un alga islandesa), la cual dejaba unas marcas violáceas sobre la piedra. Parecía que el mar había dejado uno de sus mayores tesoros en su orilla. Nuevamente se tenía que comer con las manos, cogiendo el langostino y untándolo en la emulsión. Tan bien hecho que podías notar las fibras del langostino gordo mientras el perejil daba una segunda nota al plato. Definitivamente, otro favorito.



Pasada la revelacíon con ese langostino, se llevó un cazo azul de barro a la mesa. La muy conocida "ostra y el mar" . Dentro del cazo había una variedad de algas y rocas, y cuando lo destapaban, se liberaba un intensísimo olor a mar, y al centro de todo éste vapor y decoracion, se encontraba una ostra la cual llevaba dentro no sólo su carne, sino semillas de tapioca, alcaparras en vinagre, flores y hierbas del mar. Nunca en mi vida había comido una ostra, y si todas las ostras fueran como ésta, no me cansaría de volverlas a comer. La supuesta gomosidad que debe tener una ostra no estaba presente, sino que en su lugar había una suavidad que hacía que la carne se derritiera dentro de la boca.



Continuando con el extenso menú, el sous-chef volvió con dos platos con ramas de pino y algo blanco en medio, lo cual resultó ser una coliflor ahumada con pino, guarnicion de rábano picante y suero de yogur. La coliflor no tenía el sabor tan pronunciado y característico que siempre tiene, sino que estaba muy atenuado con el humo de pino con el que se había cocinado. Suave en la boca, con algo de resistencia, y la salsa que pareciá más una sopa que nada. Sabores muy suaves pero totalmente presentes y distinguibles.



Siguió el apionabo con trufa negra y oxalis de jardín. Nunca había probado las trufas de Götland, y debo decir, fueron toda una revelación. Presentado de manera parecida a la coliflor, en el centro del plato se encontraba un trozo de apionabo cuyo método de cocción desconozco y encima estaban las ramas de oxalis, que le añadían ése punto ácido al plato que complementaba a la trufa de una manera casi celestial. Pero nada nos había preparado para el plato que seguía



Llegó a la mesa una bandeja con paja y en medio una placa metálica a 250 grados, a su lado, un huevo. Junto con la bandeja se trajo un minúsculo contenedor con un cilindro de mantequilla, hojas de ciertas hierbas y unas chips de patata en espiral. El camarero nos indicó que debíamos cocinar nuestro propio huevo en la mesa. Al momento de romperlo, arrancó un timer y el mismo camarero puso aceite de paja en la plancha, y cuando sonara el timer debíamos poner la mantequilla dentro, después de que se fundiera, tocaba rehogar todas las hojas en ella y finalmente, romper las chips y ponerlas encima, luego llegó un cocinero a terminar el plato salseándolo. Un huevo frito en el mejor restaurante del mundo, y puedo decir que ha sido el mejor huevo frito de mi vida.


El huevo épico se fue, pero no tardo en que un plato más impresionante tomara su lugar. Para el siguiente plato se llevó a la mesa un cuchillo en una funda de cuero, el mango estaba hecho de cuerno de reno y era hecho a mano en Laponia, tallado de una manera rústica, de cierta manera el cuchillo de Noma se ha vuelto un ícono, pero volvamos a la comida.



El venado con tomillo salvaje, remolacha y frutos rojos (Otro plato al cual le tomé la fotografía despues de comenzar a comerlo). Debajo de un desorden perfectamente ordenado de ceps, remolachas y frutos rojos, se encontraba un rectángulo perfectamente cortado de carne de venado aderezado con el tomillo salvaje. Comerlo fue toda una revelación, suave, lleno de sabor, con contrastes ácidos y salados, éste plato es más de lo que me esperaba, y ha dejado el estándar muy alto para cualquiera qu trate de hacer algo parecido. Este plato y el langostino fueron mis dos favoritos.


Desafortunadamente se nos informó que la comida salada se había terminado y que seguía el mundo dulce.



El primer postre en llegar fue la "paja con manzanilla, oxalis y hierbas", donde había un pequeño monte de oxalis y hierbas, la manzanilla era un helado y la paja se encontraba en láminas con una textura de galleta aireada, muy fragil que literalmente se deshacía en la boca, parecía que desaparecía, mientras las hierbas le daban un toque más fresco, y el oxalis le daba el punto ácido que unía todo con el helado tan herbal que había.



Los camareros se llevaron los platos y pronto llegó la chef de pastelería a nuestra mesa con el próximo postre: Helianthus tuberosus, mejorana, manzana y malta. Todos los ingredientes se encontraban en forma de pequeños discos fríos, y la idea era tomar uno de cada y comerlo. La manzana predominó mucho y apenas y noté los demás sabores, aunque había una cierta frescura que no sabía a que ingrediente atribuirle. Un muy buen postre.



El último postre fueron las moras azules con oxalis. El oxalis aquí estaba presente como un granizado hecho con la Paco Jet (una máquina de helados) y también había hojas del mismo oxalis para jugar con las texturas, en el plato habían colocado ciertos crujientes de pan para romper con las texturas suaves y delicadas pasando a un crujiente fuerte antes de terminar con la suavidad de las moras, definitivamente en Noma guardaron el mejor postre para el final. Después de terminar el postre el sous chef Sam nos invitó a ver la cocina antes de que tomaramos el café. Se nos mostraron los sitios donde se terminan los platos, donde se prepara todo, donde se almacena y finalmente, donde se recibe el producto.



Finalmente nos sentamos en una de las mesas del bar donde se nos llevaron nuestros cafés y una caja donde había unas chips de papa cobiertas en chocolate y terminadas con unas flores de sal. Una combinación diferente que probó ser muy buen complemento con el café.


Después de una pequeña plática pagamos la cuenta y optamos por irnos (a pesar de que no quisiéramos). Saliendo por la puerta delantera, sin embargo volvimos a darle la vuelta al edificio para ir a despedirnos de los cocineros. Así terminó Noma. Pero les aseguro que no será la última vez que escucharán hablar de éste mágico lugar, porque con cada paso que daba dentro de la modernísima cocina, me sentía cada vez más en casa. Por lo cual he decidido hacer todo lo posible por volver a éste lugar, pero no como expectador, sino como parte del equipo que hace que toda ésta maravilla sea posible.